martes, 8 de diciembre de 2015

Final de Martín

El flautista se enfadó y decidió pasarse todo el día tocando la flauta en casa del gobernador. No paraba nunca. El gobernador, harto de escuchar la flauta y no poder dormir, le pagó su dinero.

Final de Gonzalo

El flautista se pilla un cabreo monumental así que decide ir otra vez al río y rescatar a todos los ratones. Los lleva a casa del gobernador. Cuando el gobernador ve su casa llena de ratones, le pide por favor que los saque de allí y promete darle el doble del dinero que le debe. El flautista acepta.

Final de Pilar.

Al no pagar al flautista este le contó lo que había pasado a todo el pueblo y los habitantes se enfadaron tanto con él que lo echaron de allí para siempre y convirtieron al flautista de Hamelín en el nuevo gobernador.Desde ese momento el flautista solucionaba todos lo problemas que ocurría y ayudaba a todos los vecinos.

domingo, 6 de diciembre de 2015

Final de Carmen.

Cuando el gobernador no quiso pagar al flautista, este devolvió todas las ratas a la ciudad y los vecinos se metieron todos en sus casas sin salir.Se quedaron sin comida y se morían de hambre.Entonces el gobernador volvió a llamar al flautista y le tuvo que pagar el doble al flautista para que se volviera a llevar todas las ratas fuera de la ciudad.Después de solucionar el problama los ciudadanos eligieron otro alcalde.

sábado, 5 de diciembre de 2015

Final de Rocio.

El flautista al no recibir el oro devolvió al pueblo no sólo las ratas sino también muchos mosquitos y la gente no podía salir de casa.El gobernador quiso darle el dinero pero el flautista estaba tan enfadado que no quiso y tuvo durante un año el pueblo asi.

Final de Alejandro.El flautista de Hamelín.

Cuando el gobernador se negó a pagar las monedas de oro el flautista se llevó a todos los habitantes del pueblo al bosque encantado y todos se convirtieron en un animal diferente.El gobernador se quedó solo en el pueblo y con mucho miedo.Buscó al flautista y le dio el dinero para que devolvieran a todos al pueblo.

Final de Francisco.

EL FALUTISTA DE HAMELÍN.FINAL DE FRANCISCO. Cuando el gobernador no quiso pagar al flautista,este se enfadó tanto que hizo desaparecer a todos los niños de allí y se los llevó a un país lejano durante mucho tiempo.Los padres estaban tan enfadados con el gobernador que se presentaron en su casa y le obligaron a buscar a los niños y traerlos a casa.El gobernador salió en busca de ellos y anduvo muchos días hasta que llegó a ese país.Le pidió perdón al flautista y este tocando la flauta consiguió que los niños volvieran, y le dió el dinero prometido.

viernes, 4 de diciembre de 2015

El flautista de Hamelín.Inventar final.


El Flautista de Hamelín
Hace mucho, mucho tiempo, en la próspera ciudad de Hamelín una extraña plaga de ratones invadió las casas y los campos. ¡Y lo destrozaban todo con sus dientecitos de roedores! -¡Así no se puede vivir!, decían los vecinos.
Un día, un flautista forastero leyó un bando del gobernador en el que ofrecían cien monedas de oro a la persona que acabara con la plaga. -¡Yo los libraré de los ratones y cobraré la recompensa! -dijo
-Pues sí, así es -dijo el gobernador rodeado de ratones-. ¡En cuanto hagas desaparecer a estos roedores, te daremos cien monedas de oro!. El flautista, feliz, se despidió con una reverencia y se fue, decidido a cumplir su misión.
Salió a la calle, cogió la flauta, comenzó a tocar una maravillosa melodía y… ¡todos los ratones corrieron tras él! ¡Era verdad! ¡Aquel forastero conseguía que los ratones siguieran! -¡Bieeeen! ¡Bieeeen! -gritaba la gente desde sus ventanas.
Sin dejar de tocar, el flautista se alejaba de la ciudad, llevándose a los ratones. Caminó y caminó hasta llegar a un río en el que había una gran cascada. “Si se tiran por esta cascada, me libraré de ellos para siempre” -pensó, muy satisfecho.
Pero al ir a cobrar la recompensa, se llevó una gran sorpresa. -¡Jamás le daremos cien monedas de oro sólo por tocar la flauta!. ¡Jamás!. ¡Eso ni pensarlo! -gritó el gobernador. Y ordenó a sus guardias que echaran al flautista la calle.
Muy enfadado, el flautista decidió vengarse: empezó a tocar una nueva melodía y… ¡todos los niños de la ciudad de Hamelín se fueron tras él!. ¡No quedó ni uno!. Parecían felices: lo seguían cogidos de la mano, cantando al son de la música, muy sonrientes.
Volved, por favor -suplicaban los pobres padres-. ¿Qué va a ser de nosotros si no regresáis?. Pero los pequeños sólo tenían oídos para la música. Aquel maravilloso flautista parecía ser el único ser del mundo al que prestaban atención.
Al enterarse de que el flautista se había llevado a todos los niños porque el gobernador no quería entregarle las cien monedas, los habitantes de Hamelín se encolerizaron. -¡Que vuelvan nuestros hijos! – gritaban apedreando la casa del gobernador.
El gobernador recapacitó y reconoció el gran error que había cometido. Pidió perdón al flautista forastero y le entregó las cien monedas de oro que en justicia le correspondían. -¡Ahora tocaré para que regresen los niños! -dijo el flautista.
Poco tiempo después , todos los niños regresaron, tan felices y alegres como se habían ido. Y así, la próspera ciudad de Hamelín recobró la paz gracias al hombre que, con las dulces melodías de su flauta, se había ganado cien monedas de oro.
Otro final:
El flautista se enfadó muchísimo y decidió vengarse. Fue otra vez al bosque y empezó a tocar su flauta y todos los animales del bosque le seguían. Iba a llevarlos a la ciudad de Hamelín. Cuando los vecinos se dieron cuenta de lo que iba a pasar fueron a quejarse al gobernador. Le dijeron que le pagase al flautista para que no trajese a los animales. El gobernador tuvo miedo y decidió pagarle y nunca más intentó engañar a nadie.

domingo, 22 de noviembre de 2015

Primera lectura


Como primera lectura para comentar está El príncipe Feliz,espero que lo disfrutéis.
Fragmento de la obra de Oscar Wilde.
En la parte más alta de la ciudad, sobre una columnita, se alzaba la estatua del Príncipe Feliz. Estaba toda revestida de madreselva de oro fino. Tenía, a guisa de ojos, dos centelleantes zafiros y un gran rubí rojo ardía en el puño de su espada.Una noche voló una golondrinita sin descanso hacia la ciudad. Entonces divisó la estatua sobre la columnita.
-Voy a cobijarme allí -gritó- El sitio es bonito. Hay mucho aire fresco.
Y se dejó caer precisamente entre los pies del Príncipe Feliz.
Pero al ir a colocar su cabeza bajo el ala, he aquí que le cayó encima una pesada gota de agua. Y después otra.
-¿Para qué sirve una estatua si no resguarda de la lluvia? -dijo la Golondrina-. Voy a buscar un buen copete de chimenea.
Y se dispuso a volar más lejos. Pero antes de que abriese las alas, cayó una tercera gota. La Golondrina miró hacia arriba y vio… ¡Ah, lo que vio! Los ojos del Príncipe Feliz estaban arrasados de lágrimas, que corrían sobre sus mejillas de oro.
Su faz era tan bella a la luz de la luna, que la Golondrinita se sintió llena de piedad.
-¿Quién sois? -dijo.
-Soy el Príncipe Feliz.
-Entonces, ¿por qué lloriqueáis de ese modo? -preguntó la Golondrina-. Me habéis empapado casi.
-Cuando estaba yo vivo y tenía un corazón de hombre -repitió la estatua-, no sabía lo que eran las lágrimas porque vivía en el Palacio de la Despreocupación, en el que no se permite la entrada al dolor.
Durante el día jugaba con mis compañeros en el jardín y por la noche bailaba en el gran salón. Alrededor del jardín se alzaba una muralla altísima, pero nunca me preocupó lo que había detrás de ella, pues todo cuanto me rodeaba era hermosísimo. Mis cortesanos me llamaban el Príncipe Feliz y, realmente, era yo feliz, si es que el placer es la felicidad. Así viví y así morí, y ahora que estoy muerto me han elevado tanto, que puedo ver todas las fealdades y todas las miserias de mi ciudad, y aunque mi corazón sea de plomo, no me queda más recurso que llorar.