El
Flautista de Hamelín
Hace
mucho, mucho tiempo, en la próspera ciudad de Hamelín una extraña
plaga de ratones invadió las casas y los campos. ¡Y lo destrozaban
todo con sus dientecitos de roedores! -¡Así no se puede vivir!,
decían los vecinos.
Un
día, un flautista forastero leyó un bando del gobernador en el que
ofrecían cien monedas de oro a la persona que acabara con la plaga.
-¡Yo los libraré de los ratones y cobraré la recompensa! -dijo
-Pues
sí, así es -dijo el gobernador rodeado de ratones-. ¡En cuanto
hagas desaparecer a estos roedores, te daremos cien monedas de oro!.
El flautista, feliz, se despidió con una reverencia y se fue,
decidido a cumplir su misión.
Salió
a la calle, cogió la flauta, comenzó a tocar una maravillosa
melodía y… ¡todos los ratones corrieron tras él! ¡Era verdad!
¡Aquel forastero conseguía que los ratones siguieran! -¡Bieeeen!
¡Bieeeen! -gritaba la gente desde sus ventanas.
Sin
dejar de tocar, el flautista se alejaba de la ciudad, llevándose a
los ratones. Caminó y caminó hasta llegar a un río en el que había
una gran cascada. “Si se tiran por esta cascada, me libraré de
ellos para siempre” -pensó, muy satisfecho.
Pero
al ir a cobrar la recompensa, se llevó una gran sorpresa. -¡Jamás
le daremos cien monedas de oro sólo por tocar la flauta!. ¡Jamás!.
¡Eso ni pensarlo! -gritó el gobernador. Y ordenó a sus guardias
que echaran al flautista la calle.
Muy
enfadado, el flautista decidió vengarse: empezó a tocar una nueva
melodía y… ¡todos los niños de la ciudad de Hamelín se fueron
tras él!. ¡No quedó ni uno!. Parecían felices: lo seguían
cogidos de la mano, cantando al son de la música, muy sonrientes.
– Volved,
por favor -suplicaban los pobres padres-. ¿Qué va a ser de nosotros
si no regresáis?. Pero los pequeños sólo tenían oídos para la
música. Aquel maravilloso flautista parecía ser el único ser del
mundo al que prestaban atención.
Al
enterarse de que el flautista se había llevado a todos los niños
porque el gobernador no quería entregarle las cien monedas, los
habitantes de Hamelín se encolerizaron. -¡Que vuelvan nuestros
hijos! – gritaban apedreando la casa del gobernador.
El
gobernador recapacitó y reconoció el gran error que había
cometido. Pidió perdón al flautista forastero y le entregó las
cien monedas de oro que en justicia le correspondían. -¡Ahora
tocaré para que regresen los niños! -dijo el flautista.
Poco
tiempo después , todos los niños regresaron, tan felices y alegres
como se habían ido. Y así, la próspera ciudad de Hamelín recobró
la paz gracias al hombre que, con las dulces melodías de su flauta,
se había ganado cien monedas de oro.
Otro final:
El flautista se enfadó muchísimo y decidió vengarse. Fue otra vez al bosque y empezó a tocar su flauta y todos los animales del bosque le seguían. Iba a llevarlos a la ciudad de Hamelín. Cuando los vecinos se dieron cuenta de lo que iba a pasar fueron a quejarse al gobernador. Le dijeron que le pagase al flautista para que no trajese a los animales. El gobernador tuvo miedo y decidió pagarle y nunca más intentó engañar a nadie.
El flautista se enfadó muchísimo y decidió vengarse. Fue otra vez al bosque y empezó a tocar su flauta y todos los animales del bosque le seguían. Iba a llevarlos a la ciudad de Hamelín. Cuando los vecinos se dieron cuenta de lo que iba a pasar fueron a quejarse al gobernador. Le dijeron que le pagase al flautista para que no trajese a los animales. El gobernador tuvo miedo y decidió pagarle y nunca más intentó engañar a nadie.
me parecio bueno el final
ResponderEliminarEstá muy bueno además me sirvió para mi tarea
ResponderEliminarno hay ningun final feliz que era lo que yo buscaba
ResponderEliminarEs muy bueno y me sirvió para mi tarea de lenguaje
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